La felicidad tiene nombre de mujer.
No es un artículo sexista, es lo primero que quiero aclarar. Pretenden mis líneas ser una reflexión, entendiendo adicionalmente, que todos tenemos una parte femenina y otra masculina. Sin embargo, el rol de la mujer en la vida y en la historia, tiene matices interesantes para analizar.
Me gustaría iniciar agradeciendo a mis ancestros, las que conocí y las que no conocí, porque de cada una seguramente tengo una semilla, que me hace la mujer que soy hoy. Revisando la historia de las mujeres de mi familia, viene a mi mente un adjetivo: Valentía, y tal vez es uno, que describe en gran medida la historia de todas las mujeres del mundo.
Hemos surfeado olas con las uñas y muchas veces en tacones, para ganar el puesto que merecemos en el mundo, en la sociedad, en las organizaciones y en nuestra vida personal.
Mucho hemos avanzado en este viaje y, sin embargo, aún nos quedan espacios que ganar, la mayoría de las veces con nosotros mismas, para sentirnos merecedoras de una vida plena, desde nuestra independencia, nuestros valores y nuestras más profundas creencias. Y hablando de creencias, también implica un trabajo de contraponerlas y decidir cuales se quedan y cuales deben sustituirse.
Muchas veces nuestro ego como mujeres y el dolor tal vez de tantas luchas, hace que tomemos posiciones de una competencia insana contra otras mujeres, olvidando que ninguna de nosotras podrá más que todas nosotras juntas. Sirva la reflexión como un amable recordatorio a invocar el poder de lo femenino en unidad, como los famosos círculos de mujeres de la antigüedad. Otras veces, vuelve el ego con posiciones feministas tan agresivas en contra de los hombres, conectándonos con nuestras más profundas inseguridades, dejando de entender que hombres y mujeres somos complementos, y por lo tanto no venimos a destruirnos, venimos a construirnos.
En otras oportunidades orgullosamente nos llamamos guerreras, apartando el hecho que al denominarnos así llamamos a una vida llena de conflictos.
Por otro lado, en este viaje hemos demostrado la madera de la cual estamos hechas, en lo físico, en lo intelectual, en lo emocional y en los espirituales, no hablo solamente de mujeres famosas, donde sus logros son visibles, por razones obvias, hablo de cada una de nosotras, que con nuestros miedos salimos a la calle con cara de vida a desafiar al destino. Porque somos capaces de sentir y razonar con la misma intensidad, para abrazar posibilidades infinitas de crecimiento. Por cada historia que escribimos, donde muchas veces no hay la suficiente tinta, o el lector más erudito para entender nuestra emoción.
En el trayecto caminado hasta hoy, he aprendido que mucho filosofamos acerca de la felicidad, a veces la vestimos de gala y olvidamos la esencia. La felicidad debe enlazar con paz interior, plenitud y sentido de avance en cada uno de los roles de nuestra vida, es por eso que afirmo que la felicidad lleva nombre de mujer, porque es desde allí que nos corresponde arraigar nuestra vida y en eso las mujeres somos especialistas, en buscar soluciones donde otros ven problemas, en conciliar antes de explotar, en buscar amar antes de odiar, en demostrar nuestro brillo profesional en silencio o de manera pública, pero con argumentos. Logramos ser suaves, intensas, amenas, impredecibles, despeinadas, entaconadas pero lo que siempre hemos tenido claro es la valentía que implica avanzar y avanzar te lleva a la felicidad y eso te une a la plenitud y a la paz.
Sé que muchas lloramos en silencio y reímos en compañía, sé que muchas hemos estado solas en situaciones sensitivas de vida, pero sé que hasta en los peores momentos de nuestra vida, somos capaces de generar una sonrisa y gerencia amor…sin duda, la felicidad lleva nombre de mujer.
Vamos por la magia
